Corazón, corazón, corazón...
- Cada hombre sobre la faz de la tierra tiene un tesoro que lo está esperando- le explicó-. Nosotros, los corazones acostumbramos hablar poco de esos tesoros, porque los hombres ya no tienen interés en encontrarlos. Solo hablamos de ellos a los niños. Después, dejamos que la vida encamine a cada uno hacia su destino. Pero, desgraciadamente, pocos siguen el camino que les ha sido trazado, y que es el camino de la Leyenda Personal y de la felicidad. Consideran el mundo como algo amenazador y, justamente por eso, el mundo se convierte en algo amenazador. Entonces, nosotros, los corazones, vamos hablando cada vez más bajo, pero no nos callamos nunca. Y deseamos que nuestras palabras no sean oídas, pues no queremos que los hombres sufran porque no siguieron a sus corazones.
- ¿Por qué los corazones no explican a los hombres que deben continuar siguiendo sus sueños?- preguntó el muchacho
- Porque, en este caso, el corazón es el que sufre más. Y a los corazones no les gusta sufrir.
A partir de aquel día, el muchacho entendió a su corazón. Le pidió que nunca más lo abandonará. Le pidió que, cuando estuviera lejos de sus sueños apretase en su pecho y diese la señal de alarma. Y le juró que siempre que escuchase esta señal, también lo seguiría.
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